El Death Metal Holocaust II tiene como tema central la columna de esta semana de Yanko Tolic.
Uno de los conciertos inolvidables de 1986 fuel el Death Metal Holocaust II, del cual casi no se tienen registros fotográficos. Mi mente se dividía en ese año en graduarme de Laboratorista Dental en el Instituto Propam y la llegada de mi primera hija Ljuvica (en croata “Niña Feliz”). Massacre no estaba bien en su interior, pero la solidez que había adquirido como formación nos permitía seguir adelante.
La prensa, como siempre, dentro de su incultura, nos acompañaba en sus publicaciones irrisorias con sus conceptos erróneos. Como, por ejemplo: Thrash significaba basura, el diario La Cuarta llamaba thrusher a los thrashers, que tocábamos “Rock del Mandinga” con música salida del “averno”.
Pero las cosas darían un nuevo rumbo cuando decido ir a preguntar a la Municipalidad de la Cisterna, por la posibilidad de ocupar su gimnasio ubicado en el Paradero 24 de la Gran Avenida. Por sugerencia del grupo de thrashers de ese mismo sector.
Llegue de forma irreconocible incluso para mí mismo. Peinado engominado, tenida altamente formal, maletín y zapatos negros muy bien lustrados. Me entreviste con las secretarias quienes junto a algún personal de la alcaldía se mostraron positivos a pasarnos su recinto para nuestro concierto de Pop Latino.
¿Tocan “La calle es un lugar” de GIT?
- Nos sale muy bien, contesté, junto con “Estoy loco”.
¿Y se saben alguna del disco “Signos” de Soda Stereo?
- Todas. -Aseveré. -De hecho, tenemos un mix que partimos con Charly García, Virus y seguimos con Aparato Raro, Emociones Clandestinas, UPA… bla bla bla. Lo que ustedes escuchen por la Radio Galaxia que toca Pirincho Cárcamo, nosotros lo tocamos.
Las secretarias miraban con ternura y alegría. Yo estaba impresionado de mi improvisación y oratoria. Les aseguro que todos bailaran esa noche, sonreí amablemente. (Era una sonrisa satánica mientras imaginaba a todos danzando el ritual del slam y el mosh más brutal que verían en sus vidas). Sabiendo que esa sería la última vez que podríamos tocar ahí, me alejé agradecido con el permiso municipal en mi bolsillo.
El rumor corrió fuerte por todos lados. Habría un gran recital de Pop y nadie se lo podía perder. Por tiempo no pudimos contactar a algunos dibujantes de la naciente escena, así que el afiche salió solo con letras. La agrupación solo quedaba yo como sobreviviente a la cual se habían sumado Andres Nacrur en batería, Pepe Nacrur en la otra guitarra y se había integrado Eduardo Vidal en bajo. La fecha era el viernes 26 de diciembre de 1986, en el Gimnasio Digeder, en Av. Pedro Aguirre Cerda 0322 y empezaría a las 20:30 con la restricción que solo podía durar hasta las 24:00 Horas. ¿Su valor?: $250 pesos.
Cómo la historia de Massacre ha sido siempre no exenta de problemas y desórdenes, luego de llegar temprano e instalar el escenario, el backline, las luces y amplificación no nos percatamos que había un hogar de menores al lado. En el momento de que los thrashers se ponen en una fila de media cuadra para ingresar al recinto, ésta es interrumpida por una Volkswagen Kombi, que traía de vuelta de algún paseo a algunos de ellos más algunas monjas, se paran frente a un portón donde le abren más hermanas religiosas quebrando la apacible columna de guerreros. Pero la columna al percatarse de las religiosas decide molestarlas con signos del demonio, mostrando dibujos de sus poleras del Darkness Descends de Dark Angel, Beyond The Gates de Possessed, Pleasure to Kill de Kreator, Power from Hell de Onslaught o la caratula clásica del Reign in Blood de Slayer. El vehículo es rodeado y a través de las ventanas comienzan poseídamente a gritarles y golpear los vidrios de las ventanas. La conductora decide ingresar raudamente al hogar. Al poco rato, se abre el portón y salen adultos con palos tratando de poner orden, pero finalmente se esconden ante el gran número de “seguidores de Satán” que se encontraban alentando una posible gresca.
Como esto no funcionó, deciden ir al local para intentar entrar sin pagar, al percatarse de esto, los que custodiaban: Gonzalo y Patricio Villagran cierran la reja, pero alguien que andaba con una cruz con velas arrancada de alguna animita cerca, les quema sus manos. Como el asunto se estaba descontrolando (nuevamente) se les advierte que nadie entrará si lo hacen de esa forma, menos si no pagan, sólo después de ese llamado de atención, logran calmarse.
Abre Atomic Aggressor quienes desatan la locura, al bajarse, las luces ya no funcionan más. Sigue Belial de Valparaíso desatando su furia sónica. A esa altura la mirada de las secretarias y sus amigas asistentes al evento, vestidas para conciertos de Pop y Rock latino emprenden la retirada, solo unas pocas se quedan.
Mientras se desarrollaba el recital, el comportamiento del respetable público fue totalmente demencial, algunos se colgaban del techo del gimnasio, tipo murciélagos haciendo “headbanging” (estaban por lo menos a 8 o 9 metros de altura).
En un cambio de una banda por otra, sin tiempo de pausa comienza Vastator tronando las cajas de amplificación y se arma una pelea entre algunos metaleros y unos seguidores del pop que se habían quedado a ver mitad curiosidad mitad morbo. Pentagram no se presenta, mientras veo a la Sra. Marta golpeando las cabezas de la primera fila con un atril de platillo, para que no subieran al escenario, sin entender que solo querían subir para tirarse hacia abajo. Toca Rust y las cosas siguen igual, una que otra escaramuza y el administrador con un madero largo obligando a que se bajen de los techos. Ya que se subían a todos lados. Cuando sube Massacre la algarabía era total, al encontrase sin barreras de seguridad era probable que algún accidente ocurriera. No existía ninguna separación entre la banda y el público. Como Eduardo Vidal hizo caso omiso y al momento de tocar el tercer tema llamado “The Death Poem” (inspirado den el libro “Residencia en la Tierra, de Pablo Neruda”) dedicado al recién fallecido Cliff Burton, una multitud logra tomarlo con fuerza y bajarlo del escenario, ahí comienzan a golpearlo, en eso llegan los Belial a su defensa, sin embargo no logran impedir que le saquen toda la ropa y lo orinen cuando éste se encontraba en el suelo, después de esto lo devuelven a escena, pero en vez de generar una contra (Lalo se queda pensativo y muy serio) el público comienza a alentarlo gritando: Guatón, Guatón!. Cabe consignar que Bestial Fucker había sido removido de los espectáculos, pues generaba nerviosismo al interior del grupo, además de que ya no querían que sus shows acabaran por su culpa, pero en esta ocasión fue uno de sus integrantes el protagonista es esta particular performance. Massacre siguió tocando con Lalo en calzoncillos, pero el espectáculo ya estaba descontrolado, mientras algunos golpeaban las murallas de planchas metálicas, otros realizaban destrozos en las gradas. De la nada aterriza en plena batería, dándose un tremendo costalazo un enfurecido gato al que reconozco como propiedad del administrador del recinto. Un thrasher muerto de la risa lo tiró como diablura inocente. El felino huyó arañando y rompiendo algunos parches de la batería y colándose entre los atriles. Huía en carrera loca también de las manos que lo querían atrapar para ayudarlo. Yo pensé: aquí quedara la cagada. El dueño de la mascota, totalmente alborotado comienza a golpear a los thrashers y en eso ingresa la fuerza pública que decide terminar el espectáculo. Ofuscado por los destrozos nos retienen los equipos y batería hasta que no se llegara a un acuerdo respecto al pago de los daños.
Es así, como al otro día llegamos con herramientas para ayudar a reparar los daños, sin embargo, el trabajo de reparación fue deplorable, el administrador se da cuenta de esto y nos echa llenándonos de improperios. No podíamos hacer nada mientras tuviera nuestras cosas, pero al final nos devolvió ya resignando solución. De vuelta sin un peso, con el auto lleno, solo con la bencina para retornar. Con hambre y desganados alguien atrás empieza a cantar burlonamente: “Ella es amiga de un pordiosero y toma anfetas cuando está mal”.
Detenemos el auto y lo empapelamos a chuchadas.