Mirando al banger chilencis Yanko Tolic describe su visión de lo que es la escena metalera actual en su columna semanal.
Will Straw afirma que la escena es un espacio cultural donde diversos géneros musicales coexisten e interactúan en procesos tanto de diferenciación como de fertilización cruzada (Straw, Will. 1991. “Systems of Articulation, Logics of Chance: Communities and Scenes in Popular Music.” Cultural Studies, 5 (3):361-75. 1991: 372). Straw compara los conceptos de "escena" y de "comunidad”, relacionando a la primera con una cultura musical internacional sujeta a procesos de transformación a lo largo del tiempo, y a la segunda con formas musicales histórica y geográficamente arraigadas (Straw 1991: 373). Por su parte Keith Harris, al comparar el concepto de "escena" con el de "subcultura", considera a la “escena” más flexible, menos homogénea en sus actividades, "un tipo de espacio indeterminado dentro del cual se produce la música" (Harris, Keith. 2000 “Roots? The Relationship between the Global and the Local within the Extreme Metal Scene.” Popular Music 191: 13-30, Harris 2000: 3).
Bajo estas definiciones, ¿qué encuentras que es lo nuestro?, ¿escena?, ¿comunidad?, ¿subcultura?...
Tomar un estilo que nació proveniente de las clases obreras de Londres (“NWOBHM”), el cual se multiplicó por los undergrounds de mundo y que llegó a gran velocidad casi al mismo tiempo a Chile, y que tuvimos que desarrollar su descubrimiento, su maduración y finalmente su autenticidad. Donde se dividieron bandas que buscaban replicar a las extranjeras y otras que deseaban darle una identidad más propia de este lado del cono sur. Bandas que en sus letras clonaban un mensaje de satanismo, pueblos originarios europeos, violencia, batallas y guerras del primer mundo frente a bandas que optaban por hablar de la realidad social y su historia en esta América Latina siempre sufriente, saqueada y avasallada por el poder y la ambición.
Solo algunas pocas bandas consiguen lograr tocar en conciertos extranjeros pagando su cupo o entregando parte del derecho de autor a los productores de esos conciertos mientras que una gran mayoría se abre paso en circuitos de bares que con suerte logran que les den el 100% de las entradas, ya que el consumo va directo para los dueños o encargados de estos. Algunas implementan un puesto de ventas de su merchandising, pero su compra es bien exigua.
El hecho mismo que las radios tocan muy poco Metal Chileno y si lo hacen, recurren a un sector de amigos privilegiados que solo pertenezcan a su círculo hace la necesidad de crear programas de radios online, que con el tiempo la mayoría tiene una corta duración al no encontrar financiamiento que les haga perdurar.
Haber luchado porque tocaran un 20% de música nacional, solo favoreció a algunos sectores bien contactados, pero no a la banda común de Metal que luchó por sacar su disco autofinanciado. Muchas de ellas también quedan contentas que toquen un tema por una sola vez en algún programa de esas radios, pero con el tiempo se dan cuenta que una no es ninguna y ante el fantasma del olvido y su pronta disolución comienzan a ofrecer sus servicios por todos lados para sobrevivir aunque sea tocando gratuitamente, pagándose hasta su propia bencina y cathering.
Existe el modelo de la guerra entre las bandas de temas propios y las bandas tributo que pelean centímetro a centímetro los pocos espacios que van quedando. Las bandas tributos llevan la delantera ya que tocan un repertorio conocido por cualquiera que escuche las radios establecidas.
Los locales o bares que dan la oportunidad se mantienen a través del cobro de arriendos cobrados a las mismas bandas. El riesgo entonces va para el grupo y no para el local, ya que el último tiene asegurado su dinero.
Sacar un vinilo o CD profesional no es barato, y requiere del apoyo de familiares, amigos y conocidos que le compren su producto para poder empatar su financiamiento. Sacar un CDr, sirve más de promoción, pero para algunos círculos, no es oficialmente aceptado como una grabación “oficial”. A través del intercambio, hay una buena posibilidad de difusión para los países del primer mundo, ya que nuestro “mercado” es pequeño y privilegia la compra de material extranjero.
"Pensar la escena" representa una decisión de cómo tratar un conjunto de individuos, unidos bajo el Metal”, pero escena somos “todos”, no solo los que pueden tener o se sienten con el derecho a tener voz. Nadie sobra y todos nos necesitamos. Somos una sumatoria de identidades subjetivas y colectivas. Por lo tanto, si quieres ingresar y abrirte paso debes tener claro que será bajo los términos del do-it-yourself (DIY) creando nuevas de instituciones, medios de comunicación independientes y redes sociales interpersonales, que sean alternativa a la cultura de consumo y a la dependencia del mercado mediante el amateurismo musical, la autosuficiencia y la autogestión.
Mauricio Soto, productor de eventos en Santiago opina lo siguiente:
“La escena Metal chilena actual es bastante diversa y extraña, existen los Old School, los metaleros de música herméticos, los de eventos grandes, los que solo escuchan música nacional y me incluyo, los que solo saben de lo internacional, los de bares y poleras negras por qué están más solos que zapato arriba del techo, los Old School cerrados y los abiertos a todo, los nuevos que veneran lo viejo pero solo lo del extranjero y los que veneran lo viejo nacional... en fin es variado.”
En el caso de Guido Quilaqueo, productor de Metal de Temuco se refiere al under como:
“una escena chilena con buenos exponentes desde las bandas que iniciaron el movimiento hasta las más nuevas, como así mismo, hay una gran cantidad de personas que apoya comprando material, asistiendo a eventos y no criticando a los músicos ni a los que aportan algo.”
Además, ambos coinciden que la llegada de internet benefició en rapidez, difusión y ayudaron a reamar a bandas antiguas, pero sigue siendo dividida por región. El centralismo con el área metropolitana sin duda afecta. Pero no es tan antagónico a estas alturas.
Es difícil, para un productor de eventos nacionales pagar los pasajes de una banda de regiones para que toque en Santiago, a menos que la propia banda financie esa operación para que sea más conocida. Tocar, es la mejor forma de promoción para fijar el contacto directo.
Mientras no se luche por una valoración de lo que se hace en este país, la gente seguirá prefiriendo lo que se hace afuera, muchas veces son bandas inferiores a las chilenas, que el público descubre cuando llegan a tocar a nuestro país. Bastantes grupos europeos o norteamericanos tocan para no más de 20 a 40 personas de público, pero vienen a Chile, y se llena. Hay metaleros que hasta se jactan de solo escuchar bandas que no sean de Chile, como si eso les diera alcurnia. Definitivamente pensamiento errado, cuando les toca descubrir el material nacional y quedar con la boca abierta, cayéndole el velo de sus prejuicios y flojera por no buscar lo que tiene en su misma casa. Lo mismo pasa con buena parte de músicos chilenos que tienen un elevado discurso intelectual fruto de sus lecturas y educación que pasan desapercibidos por la llegada de músicos extranjeros que son muy limitados y carecen de ideas coherentes, pero su inglés les hace parecer interesantes. Una valoración poco afortunada. Hay mucho que luchar, hay mucho que construir en nuestra escena.